Hay una luz que nunca desaparece.
Esa luz eres tú, mamá. La luz que me acompaña y me guía, que me reconforta, que me ayuda, que me hace ser la persona que soy, que me anima, que me apoya, que me sonríe, que llora conmigo, que me protege… día tras día. Siempre en mi mente. Siempre en mi corazón, mi querida y adorada madre. Siempre.
Hay una luz que nunca, nunca desaparecerá.