¡Brillante estrella! Si fuera tan constante.

“Bright star, would I were stedfast as thou art”, by John Keats (1795-1921)

Bright star, would I were stedfast as thou art—
Not in lone splendour hung aloft the night
And watching, with eternal lids apart,
Like nature’s patient, sleepless Eremite,
The moving waters at their priestlike task
Of pure ablution round earth’s human shores,
Or gazing on the new soft-fallen mask
Of snow upon the mountains and the moors—
No—yet still stedfast, still unchangeable,
Pillow’d upon my fair love’s ripening breast,
To feel for ever its soft fall and swell,
Awake for ever in a sweet unrest,
Still, still to hear her tender-taken breath,
And so live ever—or else swoon to death.

“¡Brillante estrella! Si fuera tan constante», de John Keats (1795-1921)

Brillante astro, si fuera tan constante
El esplendor prendido de tu noche,
Observando con párpados abiertos
La paciente naturaleza, insomne
/eremita
En oficio sagrado, corriente agua,
Va formando las costas tan humanas
/ de tierra,
Miro la suave máscara caída
De la nieve entre brezos y montañas.
Inmóvil astro, tan constante tú eres,
Mi viejo pecho duerme ya en tu pecho,
Tu caer blando sin final yo siento,
Atento siempre a la dulce inquietud,
paro, abrumado por tu tierno aliento,
Vivir siempre en un rapto de la muerte.

Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en Madrid

«No son los libros lo que usted necesita, sino algunas de las cosas que hubo en los libros. Lo mismo podría verse hoy en las salas… puede encontrarlo en muchas otras cosas: viejos discos de fonógrafo, viejas películas, y viejos amigos; búsquelo en la naturaleza, en su propio interior. Los libros eran sólo un receptáculo donde guardábamos algo que temíamos olvidar… la magia reside solamente en aquello que los libros dicen, en cómo cosen los harapos del universo para darnos una nueva vestidura.»

«It’s not the books you need, it’s some of the things that once were in books. The same things could be in the ‘parlor families’ today. The same infinite detail and awareness could be projected through the radios and televisors, but are not. Books were only one type of receptacle where we stored a lot of things we were afraid we might forget. There is nothing magical in them at all. The magic is only in what books say, how they stitched the patches of the universe together into one garment for us.»

(“Fahrenheit 451”, Ray Bradbury, 1953)

Pero ojalá estuvieran

Javier Marías

El País, 9 ENE 2021 – 23:46 CET

https://elpais.com/elpais/2021/01/04/eps/1609781495_830952.html

A mi madre la recuerdo escribiendo y leyendo, poesía de Machado, Juan Ramón, Lope, cuando le quedaba tiempo

Esta columna (mis disculpas por el sesgo melancólico) la empiezo el 15 de diciembre, día en que se cumplen 15 años de la muerte de mi padre. Dentro de 9 días más, el 24, se cumplirán 43 de la de mi madre. Imaginarán que hace ya mucho que para mí es un mes fatídico, y estoy acostumbrado a que las fiestas navideñas no existan. Mi madre no murió en Nochebuena, sino en la anterior madrugada. A partir de entonces la familia se dispersaba: los hermanos que la tenían propia, se quedaban con sus hijos. Los que no, y el padre, nos íbamos a casas de amigos, a lo que Benet (que me acogió durante un tiempo) llamaba “cenas de huerfanitos”; o bien nos reuníamos con algún soltero o soltera, veíamos una buena película, tomábamos las uvas, charlábamos, reíamos. No fueron malas Navidades. Tampoco lo serán, por tanto, las actuales: conozco las celebraciones solitarias o en las que era un “recogido”. Claro que en las últimas décadas varió la cosa. En Nochebuena me reunía con hermanos y sobrinos, en Nochevieja estaba con mi mujer en otro sitio. Esta vez andaremos separados, pero no en el pensamiento.

Pero quería rememorar un poco a mis padres, porque ya se aleja el momento en que desaparecieron. Mucho más en el caso de mi madre, a la que recuerdo a la vez con extrema nitidez y bruma, hace tanto que no la veo. Tanto que soy unos años mayor que ella, yo tenía 26 en 1977, 54 en 2005, en tal fecha como hoy. Así, hace menos que no veo a mi padre, y además lo seguí viendo durante los 28 años que transcurrieron entre una y otra muerte. De él guardo un montón de imágenes sin ella, de ella pocas sin él. De hecho, la desolación de mi padre fue tal que en 1978 regresé a Madrid, y a su casa, para hacerle algo de compañía (entonces quedábamos solteros los dos hijos menores, Álvaro y yo, y él se casó en 1982). Así que me quedé en la casa familiar, y a los entrevistadores que me preguntaban al respecto les contestaba la verdad: en realidad compartimos piso, como dos solteros o dos viudos, y cada uno habita su zona. Pero coincidíamos, ya lo creo. No sólo al almuerzo (claro, no en las épocas en que viví en Oxford, Venecia o Massachusetts). Él procuró estar siempre activo y en su viudez escribió numerosos libros. Si le preguntaban de dónde sacaba los ánimos, contestaba: “De ella. Tengo la sensación de que se los debo a ella, estos libros. De que le habría gustado que los escribiera”. También viajaba con frecuencia a sus cursos y conferencias, y supongo que el ímpetu lo sacaba también de lo mismo. Y leía, o releía a sus favoritos de antaño: todo Sherlock Holmes, todo Simenon (desde los años 60 le oí afirmar que merecía el Nobel más que nadie), muchos Dumas. Y tras cada relectura escribía artículos sobre ellos, o sobre Baroja o Valle. Dos son las principales imágenes de mi padre: ante la máquina y sentado en su sillón con un volumen en las manos y las gafas quitadas. Y hablábamos mucho, me contaba, le contaba. En política tendíamos al desacuerdo, y a veces me miraba con una especie de lástima comprensiva y resignada, acaso la misma que le dedicaba yo a él, desde la impertinencia de mi mucha menor edad y mayor vehemencia. Ambas cosas se me han corregido, la primera totalmente, la segunda en parte. A mi madre también la recuerdo escribiendo y leyendo, poesía de Machado, Juan Ramón, Garcilaso, Lope, cuando le quedaba tiempo. Pero mi memoria está más centrada en mi infancia, y sé que cuatro niños dan inmensa tarea. Nos llevaba al colegio por la mañana, demasiado abrigados en invierno (antes de entrar nos quitábamos apresuradamente las bufandas de la cara, no nos vieran así los compañeros); nos recogía a la salida sin falta. Al haber perdido al primogénito, vivió siempre temerosa por la suerte de sus otros niños, hasta el punto de que pretendía que, en verano, fuéramos a nadar al Duero provistos de minialbornoces para después del baño. Huelga decir que jamás nos los pusimos. Ahora que soy mayor, lamento sus preocupaciones, su angustia, y por supuesto los numerosos disgustos que le di, desde niño y hasta mis 26, cuando todavía era “un calavera”. Es lo que me llamó una noche —tendría yo 17— al verme llegar a las tantas con los zapatos en la mano para no despertarla: “No te da vergüenza, la viva imagen de un calavera de chiste”. En realidad mi precaución era superflua: creo que nunca se durmió del todo hasta sabernos a los cuatro en casa. Hoy veo a madres iguales, que nunca descansan temiendo por sus hijos e hijas y por los disparates en que incurrimos todos en la juventud. Me inspiran cariño y pena. No quiero imaginarme sus padecimientos en este 2020. Mi padre habría sido otra cosa: habría sido prudente, pero no se habría arredrado. Ojo, tampoco ella (los dos atravesaron la Guerra en el Madrid peligroso de bombardeos y “paseos”, él con uniforme republicado a ratos): habría sufrido por sus niños, si en 2020 hubiéramos sido niños. Mi padre lo habría pasado fatal viendo la situación política, los intentos de destrucción de lo más logrado de nuestra infortunada historia, el encono que prevalece hasta sobre la peor epidemia, la cual nada importa a nuestros dirigentes, dedicados a colocar sus piezas, sólo a eso. Mi padre y mi madre ya no están, ya no sufren. Algo es algo. Pero ojalá estuvieran.

«Long Day’s Journey into Night» by Eugene O’Neill

«Long Day’s Journey into Night» by Eugene O’Neill.
Directed by Richard Eyre.
Wyndham’s Theatre, 32-36 Charing Cross Road, London.

Absolutely a must. James Tyrone (Jeremy Irons), brilliant. Mary Tyrone (Lesley Manville), simply spectacular.

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Paradoxes and oxymorons, by John Ashbery

John Ashbery, a Singular Poet Whose Influence Was Broad, Dies at 90

Paradoxes and oxymorons, by John Ashbery.

This poem is concerned with language on a very plain level.
Look at it talking to you. You look out a window
Or pretend to fidget. You have it but you don’t have it.
You miss it, it misses you. You miss each other.

The poem is sad because it wants to be yours, and cannot.
What’s a plain level? It is that and other things,
Bringing a system of them into play. Play?
Well, actually, yes, but I consider play to be

A deeper outside thing, a dreamed role-pattern,
As in the division of grace these long August days
Without proof. Open-ended. And before you know
It gets lost in the steam and chatter of typewriters.

It has been played once more. I think you exist only
To tease me into doing it, on your level, and then you aren’t there
Or have adopted a different attitude. And the poem
Has set me softly down beside you. The poem is you.

«1984» by George Orwell

«The Ministry of Truth—Minitrue, in Newspeak—was startlingly different from any other object in sight. It was an enormous pyramidal structure of glittering white concrete, soaring up, terrace after terrace, 300 metres into the air. From where Winston stood it was just possible to read, picked out on its white face in elegant lettering, the three slogans of the Party:

WAR IS PEACE
FREEDOM IS SLAVERY
IGNORANCE IS STRENGTH»

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Y en la Feria del Libro de Madrid

Feria del Libro de Madrid… Demasiado «famoseo» para firmar… Me siguen faltando editoriales independientes y autores autopublicados en un acontecimiento de tal calibre para el mundo de la literatura.

De todos modos, a disfrutar de la feria. A disfrutar de los libros. 🙂

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Feria del Libro Antiguo 2016

El próximo 29 de septiembre vuelven los libros antiguos al Paseo de Recoletos de Madrid. Un total de 39 librerías españolas participarán en la 28ª Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo de Madrid.

Se trata, sin duda, de 18 días de la mejor y más grande Librería de Fondo en el centro de Madrid. Su extensión, desde la Plaza Cibeles hasta la altura de la calle Almirante en el paseo madrileño de Recoletos, promete ser, desde las 11 de la mañana hasta las 21 horas, el destino de aquellos bibliófilos que acuden año tras año a la caza de una edición especial.

Más información: www.libris.es

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«Me llevo un libro y dejo otro mío»

Un pueblo de 33 habitantes abre una biblioteca con 16.000 libros

La pequeña localidad burgalesa de Quintanalara, donde sólo nueve de sus vecinos viven todo el año, apuesta así por el turismo cultural.

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Son 33 vecinos censados, sólo nueve de ellos habitan sus casas durante todo el año. Quintanalara, 36 kilómetros de Burgos, tiene sólo cuatro calles, bordeadas por edificaciones de piedra, de una planta. Quintanalara es uno de esos pueblos castellanos que uno sólo se cruza cuando va a otro lugar. Pero tiene una biblioteca. Una con 16.000 libros.

La pequeñísima localidad burgalesa ha saltado a los mapas esta semana, cuando anunciaba que había conseguido un reto que se propuso el pasado octubre: construir una gran biblioteca abierta las 24 horas los 365 días del año. Calculaban que en las estanterías del Potro, el local municipal acondicionado para Entrelibros, cabrían unos 10.000 volúmenes. Lo que no esperaban era recibir 6.000 más.

La mayor parte de las donaciones son de particulares, «gente que hereda la biblioteca de sus padres y no sabe qué hacer con ella, gente que da seis o siete de su biblioteca particular… La gente tiene un montón de libros«, cuenta Rubén Heras, alcalde de Quintana.

El boca a boca, sobre todo a través de las redes sociales, ha terminado involucrando en el proyecto a instituciones, públicas y privadas, enamoradas de la iniciativa de este pequeño púeblo de la comarca de Lara. La Universidad de Navarra, por ejemplo, ha aportado 2.000 kg de libros, que «mandaron en un camión».

Cojo un libro y dejo otro

La idea de Entrelibros no es funcionar como una biblioteca al uso, donde uno toma prestado un libro y, después de leerlo, lo devuelve. Su objetivo es convertirse en lugar de intercambio: me llevo un libro y dejo otro mío. Por eso, se han integrado en la red española de bookcrossing en Internet, donde tienen registrados hasta ahora 325 títulos. «Nos ha escrito incluso un señor francés», presume Heras. De hecho, Quintanalara es uno de los puntos de la red BookCrossing Spain con más libros.

Aunque Internet sea una herramienta poderosísima para sacar a una pequeña comunidad del anonimato, lo que quieren los vecinos de este pueblo de Burgos es que los lectores acudan, en persona, a conocer su biblioteca. «Lo bonito es venir al Potro, rebuscar entre sus estanterías y encontrar ese título que te emocione», explica el alcalde. Él mismo ha contribuido a llenar los estantes. Su donación más preciada tiene, además, mucho de simbólico. «Los santos inocentes, de Miguel Delibes, el mejor homenaje al medio rural».

En un futuro, su pequeño templo de la literatura busca convertirse, además, en un punto de encuentro cultural, con presentaciones de libros y actividades. «Simplemente, hemos creado un elemento cultural más para las Tierras de Lara«, dice, y propone un plan perfecto para el fin de semana: «Una visita al románico de la comarca que culmine con una buena historia». De momento, dejamos a los vecinos de Quintanalara terminando de ordenar los libros. A ellos y a los curiosos, que ya van llenando de vida este pequeño enclave lleno de cultura.